Encuentro en algunos blogs educativos referencia a un “Panfleto antipedagógico” y después de leerlo, no sin cierto esfuerzo, no me queda más remedio que publicar alguna reflexión particular sobre alguno de los temas allí propuestos.
En primer lugar he de comentar que el punto de vista del autor me parece muy anticuado, como si ahora todo funcionase fatal y todo lo anterior hubiese sido mejor (me refiero a hace mas de tres décadas)
En concreto fijo mi atención especialmente en el punto llamado. “LA FALSEDAD DE LA ENSEÑANZA OBLIGATORIA” . En el desarrollo de este punto, el autor parece concluir que conoce la solución al problema de la indisciplina en las aulas; primero es capaz de detectar a los alumnos que no van a “funcionar bien” antes de que se matriculen y los pone al nivel de delincuentes (con sus desafortunadas comparaciones: violadores y agresores sexuales)
En el “panfleto” se hacen afirmaciones como la siguiente:
Un muchacho de doce años es ya ingobernable, y si no quiere estudiar, no hay ley de educación obligatoria que pueda conseguir que lo haga.
Hay que fijarse bien en esta afirmación; yo no sé con quien trabajará el profesor autor del “panfleto”, pero tanto como que un chaval tiene claro su futuro a los doce años no es que sea muy creíble por parte de personas con cierto conocimiento de los adolescentes; bien es cierto que en otro párrafo no cierra las puertas a los que se logren “reinsertar” (pero ya hablaremos de eso después)
Los que amamos la libertad por encima de la igualdad apoyaríamos más bien la opción contraria: no es necesario que un muchacho cuya ilusión es aprender a arreglar motos tenga que estar, de los doce a los dieciséis años, oyendo hablar de cultura clásica y de otras cosas que le aburren soberanamente.
Y ahora en este nuevo párrafo parece poner a todos los alumnos que no quieren estudiar como alumnos de Formación Profesional ( aunque maneja la terminología del antiguo PPO) o, si le damos la vuelta al planteamiento, a todos los alumnos de formación profesional como responsables directos del fracaso de los alumnos que quieren estudiar bachillerato, a la vez de ponerlos como vagos y maleantes (insisto, como me recuerda a otros tiempos)
Se puede interpretar que el autor defiende el derecho de unos alumnos (los de bachillerato) a estudiar sin las molestias que supone el tener compañeros en clase que no están interesados en lo que allí se explica, en perjuicio del derecho de elección libre de otros alumnos (los de formación profesional) que tendrían que admitir que esos mismos niños rompiesen el ritmo de las clases que imparten sus profesores con el mismo ánimo y dedicación que el resto de los profesores. De este pensamiento se puede desprender la idea de que en los estudios de Formación Profesional solo están los alumnos que, forzados por su incapacidad y su ineptitud, no tienen más remedio que aprender un profesión para poder trabajar a los 16 años como aprendices.
Demuestra un desconocimiento total de los actuales estudios de formación profesional (supongo que su opinión se basa en el conocimiento de la ley de educación del 70 y anteriores) con los que se pretende dar una preparación profesional integral, con posibilidad de actualización, reciclaje, preparando a los alumnos para su autoempleo y con el objetivo fundamental, a largo plazo, de conseguir ciudadanos que sean capaces de formarse a o largo de toda la vida, con todo lo que ello supone en alfabetización digital para posibilitar la formación a distancia (no hay más que ver el prólogo y algunos artículos de la LOE en los que se hace referencia a la Formación Profesional para darse cuenta de que los estudios que se plantean son muchísimo más que un aparcamiento de niños que no quieren estudiar). Supongo que a la hora de escribir el “panfleto” estaba pensando en unos estudios de formación profesional que ya no existen, aunque sí en la cabeza de algunos docentes, con los que la formación profesional nunca alcanzó ningún prestigio, debido en cierto modo a que unos de los objetivos (no publicados en la ley, pero asumido por toda la comunidad) era el poder colocar en ella a los “alumnos que no valían para otra cosa”
Cuando hace referencia a la libertad contra la igualdad sería bueno decir que igualdad es que los alumnos que deciden libremente estudiar Formación Profesional, que los hay, tengan las mismas condiciones de estudio y las mismas interferencias que los que libremente deciden estudiar Bachillerato, aunque lo deseable sea que las interferencias no existan.
En definitiva, lo que se nos viene a proponer en este artículo es que para solucionar el problema de la indisciplina generada en las aulas de bachillerato por los alumnos que no quieren estudiar, lo mejor es llevarlos lo más lejos posible y dejar nuestra conciencia tranquila dejando que molesten en otro aula que también está dentro del sistema educativo pero en la que se imparten unos estudios de bajo nivel, casi innecesarios para nada en esta vida.
En otro punto del “panfleto” se asegura que: Pero todo derecho que no lleve aparejado el correspondiente deber es papel mojado. De acuerdo completamente; pero ¿quién puede arrogarse la capacidad de poner en duda que no es igual de válido para cualquier estudiante matriculado en cualquier tipo de estudios?; ¿Por qué se supone que no es un derecho el poder estudiar algo que no sea bachillerato en buenas condiciones? ¿Por qué se supone que los alumnos de formación profesional tienen unos deberes inferiores que los otros? Insisto en la igualdad de todos los alumnos para poder estudiar lo que libremente deseen.
Por último nos enfrentamos a las soluciones planteadas por el autor:
Habla de un bachillerato de los 12 a los 18 años para todo el que quiera (y para nadie más) en el que los alumnos, antes de empezar sean cuidadosamente informados de varias cosas:
La primera, que lo que está en juego se su futuro, y que si ellos no tienen preocupación por su futuro, nadie la va a tener en su lugar.Pedir a los profesores que motiven a sus alumnos es tan disparatado como pedir a un médico que motive a un enfermo a tomar su medicación (bien se ve que no conoce el tema de las depresiones, por poner un ejemplo en el que toda motivación es poca). Aun en el caso de aceptar esto de la no necesidad de motivación no conozco la razón que hace que los alumnos de formación profesional no tengan que recibir una información igual que la que reciben los alumnos de ese bachillerato de 6 años.
La segunda, que todos tenemos derecho a varias oportunidades (menos mal) Que hay junio y septiembre y que un mal año lo puede tener cualquiera y que se puede triunfar en los estudios y en la vida después de haber pasado un bache (por ejemplo a los 12 años) pero que no debe haber segunda oportunidad para quien revienta las clases (aunque sea durante el año del famoso bache)
La tercera, que tendrá que estudiar cosas cuyo sentido y utilidad no podrá comprender hasta más adelante (eso se dice fácil).
Y ahora viene lo mejor:
¿Y que hacer con los otros? Sencillamente, proporcionarles un lugar donde puedan aprender el oficio (¿querrá decir profesión?) que libremente escojan. Es decir les condenamos a que estudien F.P. Eso si, les dejamos que escojan libremente si serán aprendices de uno u otro oficio.
Después de justificar con argumentos tales como que no se puede hacer nada mejor que preparar a los chicos para que se inserten en el mundo laboral a los 16 años con una formación profesional....., Si las aulas de formación Profesional están llenas de alumnos que no quieren estudiar, que faltan al respeto a los profesores y compañeros, que revientan las clases; que en definitiva son unos delincuentes, ¿como se puede esperar que de allí salgan esos profesionales con una cualificación tal que tengan resuelto su futuro laboral?
Es un argumento que hace agua por todos los lados que lo miremos.
“Pretender negar por decreto que hay muchachos que no quieren estudiar es tan porco realista como suprimir la prostitución por decreto”
Pero pretender que el problema de las aulas se arregla llevando a los que no quieren estudiar a las aulas de Formación Profesional es como decir que se ha acabado con la prostitución si conseguimos que se practique en un barrio alejado de nuestra casa y sin que nosotros lo veamos.
Creo que no merece la pena seguir desmenuzando este punto; el autor nos deja claro que es un hombre muy conservador y anticuado en su concepción de la enseñanza, que desconoce completamente los estudios de formación profesional actuales y aun así se permite las licencias descritas, que es un hombre que pone por encima de todo los estudios matemáticos, despreciando de alguna manera los estudios de las carreras de letras (Vale más estudiar la carrera a ratos libres y en más años pero sin preocupaciones profesionales, que ser un licenciado en historia en paro, sin ninguna expectativa profesional y sin ninguna habilidad especial que ofrecer a una empresa) como si el futuro la mayoría de los licenciados en matemáticas se alejase de pasar la vida profesional en aulas llenas de chicos de 14 a 18 años (que quieren y que no quieren estudiar, que tienen años buenos y que tienen años malos, que pasan la adolescencia con todos sus problemas, etc.)
No me gustaría usted como profesor para mis hijos.